Juan Felipe Salazar, graduado del programa de Terapia Respiratoria de Areandina, ha impulsado un proyecto, junto a otros profesionales, para producir bio cápsulas que permita atender a pacientes con el COVID-19 sin poner en riesgo al personal médico.
Según el Ministerio de Salud y Protección Social, a la fecha, en Colombia más de quinientos profesionales de la salud han sido infectados por el COVID-19 mientras ejercían sus labores en centros médicos.
Ante esta realidad, Juan Felipe Salazar Osorio, graduado del programa Terapia Respiratoria de Areandina que trabaja en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de la Clínica la Sagrada Familia en Armenia, buscó la manera de disminuir el riesgo de contagio en los espacios de atención a los pacientes.
Para hacerlo, desarrolló, junto a un grupo de profesionales del Quindío, una bio cápsula de acrílico que permite hacer intubaciones sin poner en riesgo de infección a quienes intervienen en el proceso. “Ya llevamos seis de estas cabinas. La idea es donarlas a instituciones médicas porque no se trata de buscar un ‘negocio’”, explica.
Sobre su inspiración para este proyecto, dice: “Yo me la pasaba leyendo muchos artículos sobre los elementos de protección y cuando encontré uno que estaban utilizando en Tailandia decidí hablar con Alejandro Roca, director médico científico de la clínica en la que trabajo”. A medida que la idea tomaba forma, empezaron a hacer los primeros prototipos y rápidamente diseñaron diferentes modelos hasta encontrar uno que garantizara que las partículas con patógenos no salieran de la cápsula.
Gracias a la ayuda del Director Regional del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) para el departamento del Quindío, Carlos Fabio Álvarez, contaron con los insumos necesarios para fabricar las primeras seis cápsulas que han sido donadas a diferentes centros de atención médica.
Adicionalmente, Salazar ya terminó los diseños de otra cápsula: una cámara de desinfección con luz ultravioleta. Este dispositivo permitiría desinfectar los implementos utilizados a la hora de atender pacientes infectados (mascarillas N95, monogafas, caretas, entre otros) y, así, garantizar que sean utilizados sin problemas.
La luz ultravioleta (específicamente la UV-C) puede ser utilizada para desinfectar superficies, ya que cuando los virus y otros microbios son expuestos durante un largo periodo de tiempo a rayos de gran intensidad, su material genético se desintegra. Lavar los implementos con líquidos como el alcohol a veces no es suficiente para garantizar una esterilización total, por lo tanto, esta es una gran alternativa.
Sin embargo, es importante recordar que, como lo advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS), las lámparas de luz ultravioleta no deben ser usadas para esterilizar las manos ni cualquier otra parte de la piel, pues esto puede causar complicaciones dermatológicas.
Sobre el futuro del proyecto comenta: “En estas circunstancias, con todo cerrado, es muy difícil conseguir los materiales para hacer las cápsulas. Lo que queremos es generar alianzas como la que tenemos con el SENA del Quindío, en las que nos suplan de los materiales necesarios para que nosotros nos encarguemos de construir cada dispositivo”.
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