Para los fumadores, cuidarse del COVID-19 va mucho más allá de lavarse las manos y ponerse tapabocas. Deben transformar sus hábitos de vida si quieren protegerse.
Darys Osuna Julio
Areandina, Facultad de Ciencias de la Salud y el Deporte, Programa de Terapia Respiratoria
Aunque durante el 2020, el COVID-19 se ha llevado todos los reflectores, año tras año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte sobre una epidemia que cobra la vida de millones de personas: el tabaquismo.
Según esta organización, el consumo de tabaco mata a más de 8 millones de personas anualmente, de las cuales más de 7 millones son consumidores directos y alrededor de 1,2 millones son ‘no fumadores’ expuestos al humo ajeno. Tan solo en Colombia, según el Ministerio de Salud y Protección Social, cada día mueren 88 personas a causa de la adicción a esta sustancia.
Para nadie es un secreto que la exposición al humo de tabaco constituye un factor de riesgo importante para el deterioro del sistema respiratorio y cardiovascular. Entre las afectaciones que pueden causar los químicos que contiene un cigarrillo están:
Una remodelación estructural, funcional y fisiopatológica a nivel pulmonar y vascular
Inflamación de las vías aéreas
Alteración la estructura, y las funciones de la membrana respiratoria y conductos alveolares.
La destrucción del tejido pulmonar favorece la adherencia de diferentes microorganismos (virus, bacterias, parásitos, etc) en la mucosa respiratoria.
Aunque no hay suficientes estudios científicos que establezcan directamente la relación entre fumar y el COVID 19, algunas investigaciones señalan que fumar podría ser un factor de riesgo para el pronóstico o manifestaciones graves de COVID 19.
No en vano, la OMS estableció que los fumadores tienen mayor probabilidad de desarrollar síntomas graves y de fallecer en caso de padecer COVID-19 que los no fumadores, ya que la destrucción anatómica y fisiológica del pulmón y un sistema inmunitario débil hacen a la persona más susceptible a sufrir esta o cualquier otra enfermedad pulmonar.
Estudios recientes demuestran que fumar suprime los mecanismos antivirales, por lo tanto la replicación viral aumenta y la gravedad de una infección por COVID-19 puede ser mayor.
Además, la Asociación Colombiana de Neumología y Cirugía de Tórax establece que el tabaquismo disminuye la efectividad de las principales defensas contra las infecciones pulmonares (sobre todo bacterianas). Como si fuera poco, fumar está relacionado con una mayor expresión de ACE2 (el receptor para el coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo severo [SARS-COV-2]), por lo que los fumadores pueden ser más vulnerables al este patógeno.
Es necesario recordar que los reportes mundiales y nacionales de los fallecimientos por COVID-19 están relacionados con comorbilidades (coexistencia de dos o más enfermedades en un mismo individuo) en las que se encuentran, principalmente, enfermedades cardiovasculares, respiratorias, metabólicas, y factores de riesgos asociados al tabaquismo y obesidad.
Las personas con exposición crónica al humo de tabaco como los fumadores activos y de segunda mano tienen ciertas características que hacen que los procesos obstructivos de las vías aéreas sean de mayor severidad. Estos son:
Mediadores químicos e inflamatorios elevados
Engrosamiento de la membrana respiratoria
Vía aérea no permeable
Transporte inadecuado de O2 y Co2
Tos persistente
Producción crónica de esputo
Más allá de ayudar a prevenir el COVID-19, dejar de fumar trae consigo importantes mejoras para la salud. La OMS señala que todo fumador que abandona el tabaco obtiene beneficios inmediatos y a largo plazo como:
A los 20 minutos el ritmo cardiaco y presión sanguínea bajan
A las 12 horas el monóxido de carbono en la sangre se reduce a niveles normales
De 2 semanas a 3 meses la circulación mejora y la función pulmonar aumenta
De 1 a 9 meses disminuye la tos, la congestión nasal, el cansancio y la dificultad para respirar
En 5 años, el riesgo de accidente cerebrovascular corresponde al de un ‘no fumador' entre 5 y 15 años después de dejar de fumar
En 10 años el riesgo de cáncer de pulmón, boca, garganta, esófago, vejiga y páncreas disminuye hasta ser el 50% del de ‘no fumador’
15 años después, el riesgo de padecer de insuficiencia coronaria es el mismo que el de una persona que no fuma
Se prolonga la esperanza de vida entre 3 y 10 años.
Entonces, no solo se trata de lavarse las manos con agua y jabón o usar tapabocas para evitar el contagio por COVID-19. Si quieren cuidarse a sí mismos, y a quienes los rodean, los fumadores deben replantearse sus hábitos de vida y buscar cambios que les permitan llevar una vida sana lejos del tabaco.
Para los fumadores, cuidarse del COVID-19 va mucho más allá de lavarse las manos y ponerse tapabocas. Deben transformar sus hábitos de vida si quieren protegerse.
Darys Osuna Julio
Areandina, Facultad de Ciencias de la Salud y el Deporte, Programa de Terapia Respiratoria
Aunque durante el 2020, el COVID-19 se ha llevado todos los reflectores, año tras año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte sobre una epidemia que cobra la vida de millones de personas: el tabaquismo.
Según esta organización, el consumo de tabaco mata a más de 8 millones de personas anualmente, de las cuales más de 7 millones son consumidores directos y alrededor de 1,2 millones son ‘no fumadores’ expuestos al humo ajeno. Tan solo en Colombia, según el Ministerio de Salud y Protección Social, cada día mueren 88 personas a causa de la adicción a esta sustancia.
Para nadie es un secreto que la exposición al humo de tabaco constituye un factor de riesgo importante para el deterioro del sistema respiratorio y cardiovascular. Entre las afectaciones que pueden causar los químicos que contiene un cigarrillo están:
Una remodelación estructural, funcional y fisiopatológica a nivel pulmonar y vascular
Inflamación de las vías aéreas
Alteración la estructura, y las funciones de la membrana respiratoria y conductos alveolares.
La destrucción del tejido pulmonar favorece la adherencia de diferentes microorganismos (virus, bacterias, parásitos, etc) en la mucosa respiratoria.
Aunque no hay suficientes estudios científicos que establezcan directamente la relación entre fumar y el COVID 19, algunas investigaciones señalan que fumar podría ser un factor de riesgo para el pronóstico o manifestaciones graves de COVID 19.
No en vano, la OMS estableció que los fumadores tienen mayor probabilidad de desarrollar síntomas graves y de fallecer en caso de padecer COVID-19 que los no fumadores, ya que la destrucción anatómica y fisiológica del pulmón y un sistema inmunitario débil hacen a la persona más susceptible a sufrir esta o cualquier otra enfermedad pulmonar.
Estudios recientes demuestran que fumar suprime los mecanismos antivirales, por lo tanto la replicación viral aumenta y la gravedad de una infección por COVID-19 puede ser mayor.
Además, la Asociación Colombiana de Neumología y Cirugía de Tórax establece que el tabaquismo disminuye la efectividad de las principales defensas contra las infecciones pulmonares (sobre todo bacterianas). Como si fuera poco, fumar está relacionado con una mayor expresión de ACE2 (el receptor para el coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo severo [SARS-COV-2]), por lo que los fumadores pueden ser más vulnerables al este patógeno.
Es necesario recordar que los reportes mundiales y nacionales de los fallecimientos por COVID-19 están relacionados con comorbilidades (coexistencia de dos o más enfermedades en un mismo individuo) en las que se encuentran, principalmente, enfermedades cardiovasculares, respiratorias, metabólicas, y factores de riesgos asociados al tabaquismo y obesidad.
Las personas con exposición crónica al humo de tabaco como los fumadores activos y de segunda mano tienen ciertas características que hacen que los procesos obstructivos de las vías aéreas sean de mayor severidad. Estos son:
Mediadores químicos e inflamatorios elevados
Engrosamiento de la membrana respiratoria
Vía aérea no permeable
Transporte inadecuado de O2 y Co2
Tos persistente
Producción crónica de esputo
Más allá de ayudar a prevenir el COVID-19, dejar de fumar trae consigo importantes mejoras para la salud. La OMS señala que todo fumador que abandona el tabaco obtiene beneficios inmediatos y a largo plazo como:
A los 20 minutos el ritmo cardiaco y presión sanguínea bajan
A las 12 horas el monóxido de carbono en la sangre se reduce a niveles normales
De 2 semanas a 3 meses la circulación mejora y la función pulmonar aumenta
De 1 a 9 meses disminuye la tos, la congestión nasal, el cansancio y la dificultad para respirar
En 5 años, el riesgo de accidente cerebrovascular corresponde al de un ‘no fumador' entre 5 y 15 años después de dejar de fumar
En 10 años el riesgo de cáncer de pulmón, boca, garganta, esófago, vejiga y páncreas disminuye hasta ser el 50% del de ‘no fumador’
15 años después, el riesgo de padecer de insuficiencia coronaria es el mismo que el de una persona que no fuma
Se prolonga la esperanza de vida entre 3 y 10 años.
Entonces, no solo se trata de lavarse las manos con agua y jabón o usar tapabocas para evitar el contagio por COVID-19. Si quieren cuidarse a sí mismos, y a quienes los rodean, los fumadores deben replantearse sus hábitos de vida y buscar cambios que les permitan llevar una vida sana lejos del tabaco.
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