El cambio climático constituye la mayor amenaza medioambiental a la que se enfrenta la humanidad, un problema global que alcanza una perspectiva ambiental, política, económica y social en la que las peores previsiones, ocasionarían pérdidas económicas y consecuencias devastadoras en la producción alimentaria o riesgos en la salud.
De acuerdo con Catalina Quintero, docente y especialista en Gestión Ambiental de Areandina, “todo el tiempo estamos viendo estudios que demuestran cómo el planeta está pasando por un momento de aumento de temperaturas, que, si bien no es el primero, sí está comprobado que se está dando por influencia de las acciones antrópicas. No es simplemente una variabilidad en el clima, sino que se tienen registros de datos comparativos entre 30 y 50 años. Es decir, no es en día de sol y otro de lluvia, son datos que se han comparado en décadas y que hoy por hoy, muestran un aumento de al menos 1.2 oC.”.
Frente a este escenario, los colombianos aún no reconocen el cambio climático desde la cotidianidad, cuando muchos relacionan el cambio climático con osos polares luchando por mantenerse a flote en un iceberg. “Colombia es un país altamente vulnerable en las comunidades como en los ecosistemas que pone en riesgo la seguridad alimentaria al cambiar los las épocas de lluvia y los ciclos biogeoquímicos, el recurso hídrico al alterar los ecosistemas de alta montaña y las cuencas de los ríos, lo que se relaciona también con la seguridad energética”, explica la especialista Quintero.
Para generar espacios de reconocimiento del tema desde el contexto, Colombia ha generado diversas estrategias que buscan fomentar en los diferentes grupos sociales, la apropiación del territorio. Desde el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y el Ministerio de Educación Nacional, existen políticas y estrategias que permiten reconocer cuál es la afectación actual y futura de nuestro país frente al cambio climático.
La docente Quintero señala que, “para poder generar el reconocimiento, es necesario que desde los diferentes niveles y grupos sociales, nos empecemos a interesar desde la individualidad. Es decir, que cada uno de nosotros reconozca cuáles son aquellos ecosistemas que nos permiten gozar de los bienes y servicios como la alimentación, el agua o el aire. Pero, ¿Qué tanto conocemos nuestro entorno?, ¿sabemos de dónde vienen el agua y la energía que consumimos? Cuando empecemos a reconocer estos elementos, los hábitos de consumo y los impactos que generamos, podemos iniciar esa transformación que nos permitirán adaptarnos”.
El dúo de cambio climático y la educación ambiental, nos abre un espacio de permanente reflexión y acción, porque los impactos que se dan a nivel local, deben abordase y para ello, se requiere que las comunidades cuenten con la información y el conocimiento específico de las trasformaciones que trae consigo el cambio climático y a la vez, las medidas de adaptación y mitigación teniendo como base los elementos que están a su alcance, es decir, que la educación en cambio climático, sea el eje articulador entre una problemática actual y la posibilidad generar estrategias para gestionarla.
“Desde la academia tenemos la responsabilidad de aterrizar los conceptos que muchas veces quedan en libros o artículos y no logramos que lleguen al común de la población. La comprensión de las dimensiones biofísicas, económicas y sociales afecta el día a día, poniendo en riesgo la supervivencia de todos. El cambio climático debe ser un tema de educación en los diferentes grupos y territorios para aprender a vivir con él”, finaliza la académica Quintero.