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Abr 29, 2021

Cómo nutrir y mejorar la relación en tiempos de pandemia

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A principios de 2020, un virus nocivo para la salud y la vida de la humanidad (SARS-CoV-2) obligó al mundo entero a resguardarse en sus hogares. El comercio se derrumbó y con ello la economía; las necesidades básicas dejaron de cubrirse en muchas familias, pánico colectivo, desconcierto y angustia. Hoy llama particularmente la atención los efectos psíquicos individuales de los que apenas empezamos a tener indicios, pero también resulta inquietante reflexionar sobre las secuelas colectivas que emergieron de una obligada convivencia 24/7.

Mientras la mayoría de los padres y madres hacían esfuerzos por asegurar la existencia física de sus familias manteniendo protocolos de bioseguridad, asegurando un techo, comida y estudio (dentro de las posibilidades de cada uno), el bienestar psíquico comenzaba a resquebrajarse.  En convivencia obligada, comenzaron a exacerbarse las dificultades para reconocer y expresar las emociones, la mayoría de ellas eclipsadas por un enorme pánico frente a lo desconocido y la impotencia de no poder ejercer control sobre ellas como se creía hasta ese momento.

Para Diana Maritza Pulgarín Osorio, profesional de familias del área Orientación y Permanencia Estudiantil de Areandina seccional Pereira, “En muchos casos, aquellos “proveedores” del hogar, usuales “salvadores” se encontraron con que uno no era suficiente y que solo con la ayuda del otro o ayudando al otro, según fuera el caso, podrían seguir caminando adelante en un mundo desconocido y colapsado que se venía abajo”.

Muchas familias se encontraron con profundas faltas y vacíos en su propia historia que incrementaron el miedo a no ser buenos padres, madres, esposos, hijos, parientes, jefes, empleados. El miedo al fracaso, al dolor, la enfermedad y la muerte, hicieron mella en los roles preestablecidos y la imagen que cada uno había construido hasta ese momento.

De acuerdo con la profesional Pulgarín, “este tiempo permitió a su vez, con amor o con dolor, encontrar grandes fortalezas y habilidades internas que admitieron hacer frente a los cambios, necesidades y situaciones que se presentaron en esta nueva realidad e incluso, en aquellos casos donde con gran esfuerzo pudieron mantenerse a flote emocional y psíquicamente, pudo representar una oportunidad de hacer las cosas distintas, encontrar estrategias, cambiar los modos y fortalecer las relaciones”.

El periodo de confinamiento también permitió a algunos dilucidar en lo cotidiano, lo fundamental de lo superfluo, lo necesario de lo accesorio, y al amigo o hermano del que solo acompaña en los buenos momentos de éxito y victoria. “La pandemia resaltó profundas heridas familiares que implicarían un gran esfuerzo y una cuota de consciencia para sanar; siendo la oportunidad de conocer y reconocer en el otro, aspectos tan simples como el esfuerzo en sus tareas diarias, la responsabilidad con que ejecuta sus labores profesionales o laborales y el afecto que pone en las acciones de cuidado o la destreza en sus quehaceres”, agrega la docente.

Cabe señalar que, en otros casos se hizo más clara la importancia de la familia como red de apoyo emocional y su rol en la consecución de metas personales y/o profesionales, lo cual indica la importancia de una “consciencia emocional” propia que permita desarrollar la empatía.

Relaciones personales y en pareja

Las relaciones conscientes requieren de un trato empático, respetuoso de la emoción y la historia del otro y de las propias emociones, con lo cual no solo hace posible que el otro florezca y se transforme en medio de una situación específica, sino con una renovada flexibilidad y apertura, los efectos transformadores ocurran también en la propia persona.

Es vital revisar los elementos limitantes en la propia historia que se trasladan a la manera de interactuar, adentrándose a las propias emociones para reconocerlas, experimentarlas y posteriormente, resignificarlas y transmutarlas cuando se interactúa con el otro.

Para lograr este tipo de relaciones, la docente asegura que es necesario mantener una consciencia plena que permita expandirla de manera individual y con ello impactar en las relaciones:

  • Drenaje cerebral: Escribir como ejercicio terapéutico en pro de mayor flexión e introspección. Es vital reconocer y aceptar nuestras emociones, darles un nombre e incluso identificar los efectos físicos que ellas generan en nosotros.
  • Practicar la gratitud: El agradecimiento es el antídoto más poderoso para recalibrar la perspectiva y llevar la mirada y atención a otros lugares.
  • Observar el cuerpo: Trabajar las propias emociones aumentando la atención o el contacto consigo mismo, poniendo luz a las emociones que se experimentan y la manera como escogemos manifestarlas.
  • Detox digital: Empezar a distanciarse de la inmediatez de las redes sociales y en general de la internet por medio de dispositivos electrónicos. Es importante elegir y curar la información que se va a incorporar día a día, dando un respiro necesario a la mente para que conecte con las emociones.
  • Volverse su mejor compañero: Organizar momentos para estar a solas buscando desarrollar actividades que lleven al disfrute como leer, practicar yoga o algún deporte, orar, meditar, bailar, crear algún producto artístico o estético, tejer, conectarse con la naturaleza, entre otras, de manera que pueda ejercitar el autoconocimiento.
  • Desmontar el ego: Evitar tomarse las cosas de manera personal. Creer tener siempre a razón o sentirse superior por el rol que se ocupa, es uno de los errores más usuales al interpertar algo. Es importante identificar a qué se le confiere poder e importancia, recibiéndolo con amor y respeto.
  • Conectar desde la esencia propia y del otro: Trabajar los problemas de adentro hacia afuera, empezando por uno mismo; con aceptación, empatía y compasión.
  • Interesarse genuinamente: Promover espacios intencionados de interacción para observar, escuchar y sentir la interacción, disfrutando del otro y de su percepción del mundo que le acontece con profundo respeto.
  • Desmontar la queja: Observar e identificar de dónde vienen las quejas, ya que muchas son aprendidas desde la infancia en nuestros núcleos familiares. Un buen ejercicio cuando interactuamos con los demás y vemos que se asoma la queja, tratar de recordar lo que sentimos cuando escuchamos a ese alguien quejarse, si nuestra posición es de agente activo o víctima.

El hecho de mantener relaciones sanas implica el saber escuchar e identificar lo propio, reconocerse en ello, y devolver al mundo (o al otro) en dicha interacción, solo lo que le pertenece, aquello que nutre, anima, invita a la reflexión o posibilita la emergencia de aspectos positivos en su vida.

 

 

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