Por María Alejandra Martínez Arias
Psicóloga área clínica – Orientación y Permanencia Estudiantil
Arenadina seccional Pereira
A diario las personas se enfrentan a situaciones que van más allá de su control y que pueden afectar en alguna medida su vida, sin embargo, en algunas ocasiones especiales se presentan hechos inesperados que logran sobrepasar las propias capacidades de afrontamiento; uno de los mejores ejemplos para este tipo de circunstancias es la pandemia del COVID 19.
Este hecho que llegó a irrumpir con la vida misma fue una situación inesperada y que, como evento nuevo para muchas personas a nivel mundial, no se sabía qué hacer frente a ello; cómo enfrentarlo, cómo adaptar nuestras prácticas, cómo lidiar con el peligro inminente; pues el coronavirus no solo llegó a cambiar la forma en la que se vivía sino también a amenazar la supervivencia de la humanidad, propiciando hechos e interpretaciones que terminaron generando afectaciones significativas tanto en la salud física como la emocional o psicológica.
Según un informe revelado por el Ministerio de Salud en el 2020, las líneas territoriales de salud mental mostraron un aumento en las consultas hasta del 30% durante la pandemia a nivel nacional, siendo la depresión, ansiedad y conductas violentas, los motivos de consulta más frecuentes. Desde el 13 de abril hasta el 10 de octubre del 2020 se realizaron por dichas líneas más de 11.400 atenciones, de las cuales, el 43% se orientaron a la respuesta frente a síntomas de ansiedad, estrés y depresión.
Ante este panorama, han sido significativas las afectaciones que a nivel emocional ha presentado la población colombiana debido a la necesidad de afrontar la situación actual y lograr adaptarse a las nuevas condiciones de vida.
Al hablar acerca de los procesos de adaptación, se pueden encontrar desde el campo de la psicología diferentes enfoques y procesos explicativos que proponen habilidades a fortalecer. Una de ellas que en los últimos meses ha tomado gran relevancia para la construcción de estrategias que permitan hacerle frente a la crisis mundial por el COVID 19, es la resiliencia.
Este término hace referencia a la capacidad que tienen las personas para sobreponerse a momentos difíciles con una mirada positiva frente a ello y así adaptarse a una nueva realidad. La resiliencia también se ha caracterizado como un conjunto de procesos subjetivos que posibilitan mantener una vida sana a pesar de encontrarse en un contexto amenazante o poco favorable. Asimismo, se propone que esta capacidad, posibilita el desarrollo adecuado de un individuo o un grupo y permite el consolidar una proyección a futuro a pesar de las condiciones desestabilizadoras que pueden devenir de traumas en el pasado.
Fabián Román, médico en psiquiatría, describe que existen dos conceptos claves para comprender esta capacidad, el primero es la “resiliencia clásica” la cual se concibe como la habilidad de un grupo o de una persona de afrontar, sobreponerse a las adversidades y resurgir fortalecido. Y la segunda, la “resiliencia generativa” que se vincula con la posibilidad de generar soluciones, transformaciones y nuevas formas de adaptación para continuar en la vida, siendo este último concepto, según el autor, el que permite experimentar la adversidad como una oportunidad de crecimiento y desarrollo.
Por otra parte, algunos autores recomiendan que la resiliencia debe desarrollarse no solo como un factor protector de enfermedades mentales y físicas, sino como un componente que facilita los procesos de adaptación, el soporte emocional y las relaciones interpersonales como generador de bienestar, incluso ante la adversidad.
Para finalizar el entendimiento de este concepto, el catedrático de psicología Elisardo Becoña Iglesas, propone que para fortalecer la resiliencia como capacidad deben tenerse en cuenta que existen recursos a nivel individual, familiar y comunitario, los cuales deben presentarse conjuntamente para conseguir aumentar esta capacidad.
De acuerdo con Maria Alejandra Martínez, psicóloga área clínica – orientación y permanencia estudiantil de Areandina Pereira, se recomiendan recursos individuales para consolidar o potenciar en cada una de las personas la resiliencia:
Es importante fomentar el reconocimiento de estas habilidades o el desarrollo de la resiliencia para afrontar la etapa que está iniciando o en la que ya se encuentra la persona, y que implica el volver a realizar actividades, compartir con personas y en espacios que había dejado de frecuentar por casi un año; esto implicará nuevamente un proceso de adaptación que se espera también genere afectaciones a nivel psicológico.
Por esta razón, pensar en estrategias que fomenten la resiliencia en los estudiantes, docentes, y la comunidad en general, tendría no solo un beneficio para la situación actual, si no para los procesos futuros que deba afrontar cada una de las personas.
Queda la pregunta abierta sobre ¿qué aspectos de sí mismo se tuvo que potenciar, reestructurar o crear debido a la existencia de la pandemia, que hoy en día considere que la persona ha tenido un impacto positivo en la vida?